Los que olvidan la historia están condenados a repetirla  (Jorge Santayana) 

 biografias

Fecha de nacimiento: año 1917
Lugar de nacimiento: Polonia

En abril de 1945, debido al avance aliado, los nazis estudiaron diversas maneras de acabar con los prisioneros y deshacerse rápidamente de los cadáveres sin dejar ningún rastro, por lo que decidieron dar muerte a los enfermos y hacer marchar a los restantes hasta el puerto marítimo más próximo. Pensaban embarcarlos en Lübeck, hundir luego los buques y así sepultarlos en el mar. La marcha, de unos 250 kilómetros desde Sachsenhausen, comenzó la noche del 20 al 21 de abril de 1945.

El campo estaba en caos. Muchos robaban artículos para el trayecto. Cuando llegó el momento de iniciar la larga marcha, nos dijeron que nos conducían a un campo de reorganización, pero en realidad nos enviaban al mar, a una muerte premeditada. Los prisioneros, unos veintiséis mil en total, partían en grupos de 600: primero los checos, los polacos, y así sucesivamente. El grupo de los testigos de Jehová fue el último en partir.

Fue una marcha de la muerte en el sentido pleno de la expresión, pues no solo nos dirigíamos a una muerte segura, también nos vimos acechados por la muerte durante todo el camino. A los que no podían mantener el paso, las SS les disparaban de inmediato. Así perdieron la vida unos diez mil setecientos prisioneros antes de que terminara la marcha.

Salí con unas pocas pertenencias, pero conforme aumentaba mi cansancio, fui deshaciéndome de ellas una por una hasta que solo me quedé con una manta para protegerme del frío. Pasamos varios días seguidos sin nada que comer ni beber, salvo una infusión de plantas silvestres que preparábamos por la noche, al detenernos para dormir. Recuerdo que unos prisioneros se abalanzaron sobre un caballo muerto y se pusieron a devorar la carne a pesar de los golpes que les asestaban las SS con la culata de sus fusiles.

El avance ruso y americano continuaba. El 25 de abril reinaba tal confusión que los guardias de las SS ya no sabían dónde estaban las fuerzas soviéticas y las estadounidenses. Ordenaron a toda la columna de prisioneros que acampáramos durante cuatro días en una zona boscosa. Allí pudimos comer ortigas, raíces y corteza de árboles, pero aquella demora nos salvó la vida. Si nos hubieran hecho seguir adelante, habríamos llegado a Lübeck antes de la caída del ejército alemán, y habríamos terminado en el fondo de la bahía. Como los rusos y los americanos cercaban ya a las fuerzas alemanas, un oficial de las SS nos dijo que camináramos sin vigilancia los seis kilómetros que nos separaban de las líneas americanas. Por desconfianza decidimos pasar la noche en el bosque. Después nos enteramos de que aquella noche las SS habían disparado contra los que trataron de llegar a las líneas americanas. Murieron unos mil prisioneros más.

Habíamos recorrido unos 200 kilómetros en doce días. De los 26.000 prisioneros que salieron del campo de concentración de Sachsenhausen en aquella marcha, apenas sobrevivieron 15.000. Aunque parezca increíble, los 230 Testigos que partimos del campo, sin excepción alguna, sobrevivimos a la terrible experiencia.